Visiting the ‘Longlia’ punji in Bangladesh
Este pasado domingo 6 de agosto, acompañados del H. Eugenio y de nuestro apreciado Kotrim, que nos hizo de guía en su aldea natal, visitamos el punji de Longlia. Para explicar qué es un punji y lo allí vivido, hemos decidido basarnos en algunas palabras e ideas pertenecientes a una entrada del blog ‘Diario de un misionero en Asia’ del H. Eugenio Sanz del pasado 20-03-14 (http://blogs.periodistadigital.com/misionero-en-asia.php/2014/03/20/p349519#more349519)
“Los punjis son poblados habitados por gentes de la tribu Kashia, normalmente incrustados en las plantaciones de té en la zona de Moulovibazar.
Viven del cultivo de las hojas de betel, un estimulante muy apreciado en todo el subcontinente indio y por supuesto en Bangladesh. Son lugares montañosos, de difícil acceso, en los que la gente vive bastante aislada del resto del mundo
Fue una visita fantástica, conocimos al líder de la comunidad, visitamos a varias familias, bebimos té (aquí sabe maravillosamente diferente), realizamos manualidades (globoflexia, collares y colgantes) con l@s niñ@s de la aldea e hicimos los honores a una excelente comida en compañía del neta (líder) del punji.
Uno de los aspectos que más nos llamó la atención, por el calor que desprendía su mirada y su cercanía, fue la mano de Roksi. Roksi, como podéis ver en un par de fotos que aparecen abajo, es “diferente”. Su edad biológica no se corresponde con la psicológica. Por alguna razón se agarró a la mano de algunos de nosotros y no nos la soltó más que cuando nos montamos en el jeep para volver a casa.
Pudimos sentir el cariño de este muchacho expresado desde su mundo, tan diferente del nuestro. Un cariño sencillo, sin palabras, hecho de sonrisa y calor humano. Justo como el cariño de Dios. Gracias, Señor, por venir a nosotr@s a través de los más pobres y de los últimos.”
Tener la oportunidad de poder conocer estas aldeas, la dignidad y el gran corazón de sus gentes, su modus vivendi, como cuidan al visitante dándole lo mejor que tienen (empezando por su sonrisa y su acogida, y terminando por su respeto a tu persona)… ha sido, una vez más, una gran lección de humildad, de priorizar valores en la vida, de ver con sus ojos y no con los nuestros llenos de dioptrías mentales, de vida en definitiva.
No podemos más que dar gracias a los HH. Maristas y a su Misión aquí en Bangladesh, por esta maravillosa oportunidad de poder vivir de nuevo en primera persona todo lo explicado arriba que está comprimido en nuestras mentes y corazones e a modo de sensaciones, emociones, momentos… para guardarlos dentro e nosotr@s y recordarlos toda nuestra vida. Por todo ello, GRACIAS.
Voluntari@s (Alberto, Esti, Javier y Sandra) CTM Bangladesh ONGD SED Ibérica
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