Así comienzan nuestras mañanas en Cobán. Nos levantamos muy tempranito, cinco y media de la mañana, no está mal para un mes de julio. Os aseguramos que las calles están puestas. Aquí se madruga mucho.
Después de un café (solo Silvia, Ibon no toma café porque ya se levanta bien activo), nos montamos en el carro (coche) con Don Oto, para dirigirnos a la escuelita de Samac.
A mitad de camino, nos bajamos del carro (Don Oto sigue su camino para recoger a los niños de la comunidad de Chicoj Raxquix) y caminamos media hora por un paraje espectacular hasta llegar a la escuela.
Comienza el día preparando el desayuno para los niños y niñas que se desplazan hasta la escuela, algunos después de una hora caminando. Ma sa laach´ool (cómo está tu corazón). Así nos reciben todas las mañanas los alumnos de Futuro Vivo-Samac.
El día comienza con alegría, música, baile, abrazos y un desayuno compuesto por: frijoles, revuelto de huevo, tortillita de maíz y atol. Pura energía.
Después del desayuno, ¡todos a clase!
Ibon se dedica al refuerzo de matemáticas de 1º a 6º de primaria.
Silvia a refuerzo de lenguaje.
Nos han pedido que motivemos a los profes para que sus clases sean más dinámicas y los niños aprendan de manera significativa con juegos y actividades más manipulativas. Los niños están abiertos a cualquier propuesta y entran en el juego rápidamente. La novedad de nuestra presencia ayuda a ello.
Después de las clases nos preparamos para comer. Ayudamos a organizar el comedor para unos 200 alumnos. Todos colaboramos, madres, profesoras, administración y voluntarios. Una gran familia que se ayuda en todo momento.
La comida es uno de los principales motivos por el que los niños bajan a la escuela. Algunos de ellos es el único alimento del día. Repiten en muchas ocasiones porque saben que, al llegar a casa, como mucho, un caldito y a dormir. Ibon también repite, necesita energía para los juegos que vienen después.
Los alumnos de la escuela nos piden jugar y disfrutan mucho con las actividades nuevas que les proponemos: pañuelito, frontera, balón quemado… Los niños de estas comunidades no saben jugar, no están acostumbrados porque cuando llegan a casa, les esperan tareas cotidianas que la familia necesita: lavar trastos, su ropa, hacer leña… Es un momento mágico donde profesores, alumnos y voluntarios ríen sin cesar.
Los carros llevan, al final de la jornada, a los alumnos a sus casas, o lo más cerca posible. Algunos viajan treinta minutos en carro y otros cuarenta andando, otros todo el camino a pie porque su aldea no tiene acceso para el carro, pero merece la pena, la escuelita se ha convertido en un oasis de alegría donde poder jugar y compartir momentos de felicidad que nadie se quiere perder.
Las tardes las ocupamos conviviendo con las hermanas y otros voluntarios de República Dominicana y España con los que hemos formado un buen equipo. Hay momentos de risa, charlas y preparación de trabajo para la escuela.
Y ahora toca dormir, después de una jornada tan intensa y algún picotazo de mosquito, dormimos a pierna suelta…hasta que suena el despertador: ¡son las cinco y media!
B ´ antiox (Gracias)
Ibon y Silvia | Voluntarios SED- Guatemala
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