Aprender a vivir con más corazón
Tanto para Belén como para mi la experiencia de voluntariado en el Centro “Hogares de Esperanza” de Bucarestha sido un CTM que no vamos a olvidar por todo lo que nos ha aportado en gran medida a nivel personal y humano. Nos explicamos:
Para comenzar, aprovechamos la ocasión que nos brindas para agradecer a los Hermanos Juan Carlos Sanz, Carlos Osés, Isaac… su grata acogida y la oportunidad de poder compartir nuestro tiempo aprendiendo con ellos y pudiendo dedicar nuestro tiempo e ilusión con los chicos/as que ellos educan a diario en el Centro San Marcelino Champagnat ubicado en el Sector 6 del barrio de Militari en Bucarest (Rumanía).
Hemos de decir que cuando cogimos el avión de la compañía TAROM desde Madrid con destino a Bucarest el pasado 15 de julio, teníamos claro que volveríamos de vuelta a casa con mucho más de lo que podíamos dar nosotros allí, pero no sabíamos que la diferencia iba a ser tanta y tan enriquecedora.
Nos volvímos con una experiencia enorme, cargada de besos, abrazos y momentos inolvidables con estos chicos/as que simplemente viven su vida con una sonrisa en la cara y te ofrecen su cariño de manera incondicional.
Cada una de las actividades y rutinas diarias (salidas a la piscina, al parque, al monte, a caminar, jugando, riendo, bailando, pintando, rezando, comiendo aprendiendo…) con ellos/as ha sido irrepetible e inigualable por la felicidad que nos ha aportado, por el enriquecimiento que nos ha supuesto y por el aprendizaje del saber ESTAR que nos han inculcado allí.
El hecho de dedicar un tiempo este verano con todos estos chicos/as en Rumanía ha sido una carga de energía, de esperanza, de ilusión y alegría al ver a los Hermanos, educadores, voluntarios, cocineros, asistenta social… dedicando su tiempo y esfuerzo con un objetivo común: hacer que la vida de estos niños/as sea mejor y puedan vivir una vida digna ya que en algunos casos no lo ha sido hasta antes de entrar a formar parte de la familia Marista que allá conforman. Su labor es impagable.
Javier Azcárate y Belén Rojano, voluntarios de SED en Rumanía
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