Hablando de mujeres
Detrás de estas maravillosas montañas, se esconden multitud de aldeas donde las mujeres siguen sometidas al antojo del hombre. Es como si hubiéramos retrocedido 100 años en la historia de la humanidad.
Simplemente, las mujeres carecen de derechos. No tienen derecho a la educación. La mayoría de ellas no saben leer ni escribir. Se dedican a servir al hombre, cuidar de sus hijos, tener la casa arreglada, lavar los trastos y ropa de la casa y, por supuesto, la comida en la mesa para cuando el “jefe” llega.
Ellas no tienen derecho a trabajar fuera de su casa. No se las ve capacitadas para ejercer los mismos trabajos que sus esposos. El encargado de llevar “pisto” a casa es el marido.
No tienen derecho a decir “No, esta noche no me apetece”. Son maltratadas y violadas por sus maridos en un tanto por ciento muy elevado. La violencia machista está instaurada como algo natural. No existe la denuncia. Todo se normaliza.
Las hermanas trabajan todo esto. Consideran que es importante ir generando cambios en las relaciones de pareja para que los niños y niñas vayan cambiando la situación en generaciones posteriores. Tanto los hombres como las mujeres, reciben charlas y talleres que hablan sobre la violencia, relaciones sexuales, trabajo…
Estas reuniones se realizan, de momento, por separado. De esta forma, se garantiza la libertad de expresión por ambas partes.
A las mujeres se les enseña a quererse y cuidarse, a decir “NO, BASTA” y que pueden denunciar las situaciones de abuso que se producen en el hogar hacia ellas y sus hijas. Se les anima a salir de casa para acudir a las reuniones y trabajar si se les diera la oportunidad.
Se les da clases de alfabetización y se trabaja con líderes femeninas de todas las aldeas que puedan abrir los ojos de los suyos con algo de formación. A los hombres, se les enseña el trato de igualdad hacia sus mujeres. A respetarlas, escucharlas y compartir las tareas de la casa y el cuidado de sus hijos.
Ya se ha conseguido algo: les dejan acudir a las reuniones de capacitación de la escuela y a las clases de alfabetización. Por algo se empieza.
Esta tarea es muy complicada y necesitará años de trabajo con ambas partes ya que las mujeres lo perciben como algo natural y, alguna de ellas, se resiste al cambio aunque, probablemente, más por miedo que por ganas.
Hoy hemos tenido una evaluación de los talleres y de los cambios que han producido en el pensamiento de los padres de la escuela. La teoría se la saben. En práctica la han puesto pocos de ellos, pero estoy convencida de que, con mucho esfuerzo, se conseguirán pequeños cambios que ayudarán a estas mujeres a llevar una vida más digna y tranquila.
Seguiremos acompañando a ambas partes porque la educación, es el arma más poderosa para cambiar conductas no deseadas.
Silvia Fondón | Voluntaria SED Guatemala
En tus letras Silvia, se nota la ilusión y el entusiasmo con el que haces las cosas. La educación desde…