Archivo14 agosto, 2022

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Hablando de mujeres
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¡De todo corazón!

Hablando de mujeres

Detrás de estas maravillosas montañas, se esconden multitud de aldeas donde las mujeres siguen sometidas al antojo del hombre. Es como si hubiéramos retrocedido 100 años en la historia de la humanidad.

Simplemente, las mujeres carecen de derechos. No tienen derecho a la educación. La mayoría de ellas no saben leer ni escribir. Se dedican a servir al hombre, cuidar de sus hijos, tener la casa arreglada, lavar los trastos y ropa de la casa y, por supuesto, la comida en la mesa para cuando el “jefe” llega.

Ellas no tienen derecho a trabajar fuera de su casa. No se las ve capacitadas para ejercer los mismos trabajos que sus esposos. El encargado de llevar “pisto” a casa es el marido.

No tienen derecho a decir “No, esta noche no me apetece”.  Son maltratadas y violadas por sus maridos en un tanto por ciento muy elevado. La violencia machista está instaurada como algo natural. No existe la denuncia. Todo se normaliza.

Las hermanas trabajan todo esto. Consideran que es importante ir generando cambios en las relaciones de pareja para que los niños y niñas vayan cambiando la situación en generaciones posteriores. Tanto los hombres como las mujeres, reciben charlas y talleres que hablan sobre la violencia, relaciones sexuales, trabajo…

Estas reuniones se realizan, de momento, por separado. De esta forma, se garantiza la libertad de expresión por ambas partes.

A las mujeres se les enseña a quererse y cuidarse, a decir “NO, BASTA” y que pueden denunciar las situaciones de abuso que se producen en el hogar hacia ellas y sus hijas. Se les anima a salir de casa para acudir a las reuniones y trabajar si se les diera la oportunidad.

Se les da clases de alfabetización y se trabaja con líderes femeninas de todas las aldeas que puedan abrir los ojos de los suyos con algo de formación. A los hombres, se les enseña el trato de igualdad hacia sus mujeres. A respetarlas, escucharlas y compartir las tareas de la casa y el cuidado de sus hijos.

Ya se ha conseguido algo: les dejan acudir a las reuniones de capacitación de la escuela y a las clases de alfabetización. Por algo se empieza.

Esta tarea es muy complicada y necesitará años de trabajo con ambas partes ya que las mujeres lo perciben como algo natural y, alguna de ellas, se resiste al cambio aunque, probablemente, más por miedo que por ganas.

Hoy hemos tenido una evaluación de los talleres y de los cambios que han producido en el pensamiento de los padres de la escuela. La teoría se la saben. En práctica la han puesto pocos de ellos, pero estoy convencida de que, con mucho esfuerzo, se conseguirán pequeños cambios que ayudarán a estas mujeres a llevar una vida más digna y tranquila.

Seguiremos acompañando a ambas partes porque la educación, es el arma más poderosa para cambiar conductas no deseadas.

 

 

Silvia Fondón | Voluntaria SED Guatemala

 

¡De todo corazón!

Ángela Oralia Ajanel Ventura es una alumna de 18 años que estudia 5º curso de Administración de empresas en el ITECK de Chichicastenango gracias a la beca de la ONGD SED.

Vive en un cantón cercano de Chichi con su madre y dos hermanos. Desafortunadamente, su padre hace tiempo que de desinteresó por sus estudios. Su hermano pequeño nació con unos parásitos debajo de la piel de los brazos que le producen infecciones y enferma con frecuencia. El gasto en medicinas complica más la difícil economía de la familia.

En estas condiciones, la BECA de SED es indispensable para que Ángela pueda seguir estudiando y lograr un trabajo que ayude a la precaria economía de la familia.

Como ella dice: “Estábamos muy preocupados mi mamá y yo porque si no nos daban la beca no podría seguir aquí. Y cuando nos dijeron que nos la daban me puse muy contenta porque yo estoy muy contenta en el ITECK”.

Los profesores me han tratado de maravilla. El primer año, cuando empecé aquí, yo no tenía ni idea de inglés, porque en el colegio de básico no se daba. Y yo no entendía nada y no sabía qué hacer. Hablé con la profesora y me dijo que me iba a ayudar al terminar las clases, y que lo íbamos a solucionar. Y así fue. Pero la sorpresa es que a esas clases de apoyo se quedaban también otro grupo de alumnos que tenían el mismo problema que yo. Y salimos adelante. Durante la pandemia los profesores también nos ayudaron mucho con las tareas y estuvieron muy pendientes de nosotros.

Estoy muy contenta de poder estudiar aquí. A las personas que pagan mi beca les digo que se lo AGRADEZCO DE TODO CORAZÓN”.

Antonio Tejedor | Voluntario de SED en Guatemala

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