El poso del CTM Honduras 2016
Me resulta difícil empezar a escribir todo lo que pasa por mi cabeza, con tantos sentimientos encontrados que siento y tengo.
Cuando me levanto, me cuesta aún saber dónde estoy; si son Pilar y Eva -mis compañeras inseparables de voluntariado- las que duermen o son mis hijos en la habitación de al lado. Y es que la experiencia vivida marca, porque cuando se convive con personas tantos días y te metes en el día a día de sus vidas es como si una parte de esa vida fuera ya tuya.
Y así es. Cada niño y muchacho de Horizontes ya tiene un hueco en mi corazón y en mi cabeza. Pero no solo ellos, sino todas las personas con las que he convivido, tanto de Horizontes al Futuro, como de Lazos de Amistad, los alumnos y profesores de la Inmaculada, la Comunidad de Hermanos, personas de la Junta y tantas personas con las que he coincidido en este tiempo.
Cuando me preguntan por lo vivido me cuesta resumir, ¡son tantas vivencias las tenidas, tan distintas y a veces tan encontradas!
Por mucho que me contaran de la situación de Honduras, hasta que no llegas y lo ves, no eres consciente de las diferencias económicas, sociales, políticas, educativas y sanitarias que existen. Y de la suerte que hemos tenido algunos de haber nacido en un lugar y no en otro. Por el simple hecho de nacer, no porque ese lugar sea peor, ya que Honduras tiene una belleza y mucho potencial, sino porque los intereses económicos y políticos pesan más que las personas.
Miro a mis hijos y veo reflejados en ellos otras caras de niños y muchachos; veo a personas con nombres y con una historia personal complicada, historias que me ponían los pelos de punta y me estremecían y me estremecen, pero también siento sus sonrisas y su vida tan normal. Miro también y siento lo vivido, lo compartido, porque en el fondo todos intentamos sobrevivir como podemos o nos dejan. Allí he percibido esa gratuidad de vida y la alegría de vivir de las gentes, aferrándose con fuerza a la vida y a la fe.
Y a pesar de toda la miseria que a veces rodea a esa sociedad, siempre la vida renace.
Renace la vida en Horizontes al Futuro cada día a las 5:45 am cuando empiezan a oírse las vocecillas de los niños al levantarse, cuando salen corriendo para desayunar haciendo la fila de pequeños, medianos y grandes, con sus educadores al frente.
Renace la vida cuando el Hno. Goyo cada mañana aparece a las 6:15 para llevar a los chicos al colegio de la Inmaculada, en esa furgoneta que con tantos años presta tanto servicio al cabo del día.
Renace la vida cuando van a la escuela o a trabajar de aprendices en los talleres. Pero también cuando crezcan los palos (árboles) que están plantando o cuando limpian sus hogares y los alrededores.
Renace la vida con las familias de los chicos que forman parte también del proyecto de Horizontes, con cada casa que se construye y mejora un poco su vida.
Renace la vida con tantas personas que voluntariamente pasan y enriquecen la vida de los muchachos.
Pero también renace la vida en otros lugares de Comayagua, en el asilo, en Lazos de Amistad, en el Colegio de la Inmaculada, en las parroquias donde muchas personas, en este caso relacionadas con el mundo marista ponen su grano de arena para hacer que la sociedad siga avanzando.
Y renace la vida con la ONGD SED y las personas que la apoyan, con cada proyecto que realiza, con cada beca de estudios y con todas las personas a las que llega, con ese espíritu de solidaridad, educación y desarrollo.
Muchas ideas, anécdotas, momentos y personas que se quedan sin mencionar.
Me siento afortunada de conocer, otro lugar distinto a mi entorno habitual, un lugar donde he interactuado con tantas personas, con sus vidas, con sus realidades, con sus alegrías y con sus penas, con sus avances y retrocesos. Solo puedo dar las gracias por haber compartido esos momentos de vida, de vuestra vida, a CADA UNO DE VOSOTROS, que ya formáis parte de mi historia personal y de mi corazón.
Gracias y hasta pronto, Honduras.
Carolina González Ramos – voluntaria Honduras 2016
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