“Para educar hay que amar”, San Marcelino Champagnat
Cuando el pasado 20 de enero nos decían “el tiempo pasa volando y ya mismo estáis de vuelta”, no sabemos si pretendían aliviar nuestra sensación de dejar atrás mucho, o autoconvencerse ellos mismos de que quedaba menos para volver a tenernos en casa. Lo cierto es que ahora, que ya hemos pasado el ecuador de la experiencia, sentir lo rápido que avanzan los días nos produce un vértigo que al mismo tiempo nos hace sentir satisfechos por cómo estamos exprimiendo nuestros días, y nos provoca cierto desasosiego por sentir que queremos más, y que aún nos queda mucho por descubrir y vivir acá en nuestra otra casa.
En este tiempo estamos aprendiendo a amar todo lo que nos rodea, incluso lo que no nos gusta tanto, pero como dijo Marcelino “Para educar hay que amar” y esto incluye, no sólo amar a nuestras/os niñas/os, también amar todo lo que rodea a cada uno de ellos. Amar todas y cada una de las valencias que vemos, amar los silencios, incluso las malas respuestas, los miedos y las inseguridades, amarlos porque comprendes, que detrás de un niño que pelea con sus compañeros o una joven que da una mala respuesta hay una persona que busca el consuelo y cariño que le falta en su hogar. Amar, en definitiva, amar su realidad y la que nos transmiten con cada uno de sus actos.
Amamos “nuestro” pueblo. En este tiempo hemos podido compartir momentos importantes para San José de Chiquitos. Momentos que sin duda nos han acercado a su gente, a su vivir y a formar parte de sus costumbres. El carnaval con su fiesta y ruido, la Semana Santa cargada de religiosidad y devoción, la Fiesta del primero de mayo con sus inconfundibles Abuelos que guardan y veneran al Patrón San José, el Corpus Christi… Folklore, júbilo y tradición que nos han ayudado a compartir, descubrir y aprender aún más de esta tierra que ya sentimos como propia.
No seriamos sinceros si no reconocemos que en cierta forma mantenemos una relación de amor-odio con la realidad que vivimos y respiramos día a día. Amor para todo el cariño que recibimos de las familias, los compañeros de faena, los amigos, la escuela de madres y padres… “Odio” para todas y cada una de las injusticias con la que nos encontramos. Realidades que nos quitan literalmente el sueño y que nos hacen tener una sensación de rabia y de sentir que nos tocó vivir en el lado del mundo equivocado, aquel que mira a su ombligo mientras otros seres humanos con nombres y apellidos lo pasan realmente mal.
Amamos la misión Marista. Celebrar aquí la Festividad de San Marcelino ha sido sin duda otro momento fuerte en este año del bicentenario. Llamados a salir a una “tierra nueva” para vivir un “nuevo comienzo”, encontrarnos con familias, compañeros y alumnos que sienten y respiran el mismo carisma, nos hace sentirnos más que orgullosos a la vez que responsables de ser parte de la Gran Familia Marista repartida por el mundo.
Y, por último, amamos con locura a cada uno de los regalos que se nos presentan en forma de niño, niña o adolescente que se nos han cruzado en nuestro camino hasta el día de hoy. Cada juego, historia, sonrisa, lágrima, logro o dificultad con la que nos han hecho partícipes de sus vidas, es lo que verdaderamente llena de sentido toda nuestra experiencia aquí. Es en ese momento de encuentro personal con cada uno de ellos, donde la balanza no entiende de momentos malos, cansancio o añoranza, donde el tiempo pierde su valor y de lo más profundo de nuestro ser y con toda la humildad del mundo, sale entregar lo mejor, ya sea poco o mucho, que tenemos.
De aquí en adelante se plantean muchísimos momentos y parece que poco tiempo por como pasan los días. Emoción asegurada en el bautizo de nuestro ahijado. Será maravilloso acompañar a los voluntarios del CTM San José y vivir la experiencia de las comunidades. Sin duda alguna pensamos que este tiempo se convertirá en parte clave de la experiencia que estamos viviendo. También estamos muy ilusionados con las colaboraciones con otros colegios de San José y con el cole Marista de Roboré. Y sin duda alguna, algo que nos motiva muchísimo es saber que pronto podremos hacer partícipe de nuestra realidad a parte de nuestra familia y amigos.
Por nuestra parte “poco” más. Desearos a todos los compañeros, amigos y familia que paséis un maravilloso verano español, invierno boliviano, y llenéis vuestros días de momento buenos.
Un beso tan grande como el Turubó.
Elisa y Jose, voluntarios de larga duración en Bolivia
No hay comentarios todavía.
Añade tu comentario