Memorias de África en Chibuluma, Zambia
Con la llegada de la lluvia de otoño, mi memoria vuelve a África y a las experiencias vividas este verano en Chibuluma, Zambia.
Todas las mañanas caminábamos unos 40 minutos hasta la escuela primaria de Twaiuka. Dábamos clases de informática, matemáticas, tecnología, expresión artística y algunas dinámicas más movidas, que realizábamos en el exterior. Allí los grupos son enormes, de 50 a 80 alumnos y alumnas. La escuela no dispone de condiciones para soportar a tantos niños, pero hacen cuanto pueden con lo que tienen.
La Directora de la escuela, Miss Mulenga, es impresionante, así como sus maestros. Todos se esfuerzan en asistir cada jornada y dar lo mejor de sí mismos, frente a otras escuelas donde muchas veces los profesores faltan y los alumnos se quedan sin clase, pues es el mismo docente quien imparte todas las asignaturas para el mismo grupo.
Por las tardes, después de la comida donde nunca faltaba nshima, íbamos al Skills Center, contiguo a la escuela de secundaria de St. Marcelins. Allí dedicábamos nuestro tiempo a enseñar TIC a alumnos de los diversos talleres de carpintería, costura y restauración.
La noche llega temprano en estas latitudes. A las 18:30 impera la oscuridad. Los días en que la luz se cortaba, aprovechábamos para ir a dormir más temprano, porque normalmente no volvía hasta unas cuatro horas más tarde. Por ello, hubo más de una cena romántica a la luz de las velas.
Los fines de semana aprovechábamos para acercarnos a la ciudad de Kitwe, a una media hora de Kalulushi. Kitwe es una población grande, caótica, llena de personas vendiendo en las calles todo tipo de mercancías e invadida por coches, que le dan un aire salvaje, pues las señales escasean y los pasos de cebra se desconocen.
Y así, con la lluvia otoñal sobre el tejado, mi memoria vuelve a África y a las experiencias vividas este verano en Chibuluma (Zambia).
Grupo de voluntarios del CTM de Chibuluma, Zambia
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